Forense del sueño eterno

Deliciosas manos que acarician los cuerpos sin vida. Dedos imaginativos cuestionando cada palmo de piel.
Deslizantes manos que vagan sin rumbo aparente por las montañas secas de tu seno.

Inerte los labios que antaño pronunciaron miles de nombres, que proporcionaron placer infinito. Labios marcados por el tiempo y la oxidación del presente. Ahora fríos y callados.
Acusadoras manos inquietas por descubrir el pasado, pletóricas de ideas y salvaje de emociones, instan el cuerpo frío por una verdad opaca y oculta tras las heridas de un alma ya perdida.

Queridas manos deliciosas, deslizantes y acusadoras, dejad en paz a los que ya no respiran y tapiar las vergüenzas de una vida.
                                                                                                                           J.G.